martes, 1 de noviembre de 2016

NaNoWrimo 2016


Buenas a todos, después de un largo tiempo sin pasarme por aquí, vuelvo a entrar con al motivación de participar en el reto de NaNoWrimo.

Para los que no sepan lo que es, NaNoWrimo, (National Novel Writting Month) Es un reto que consiste en escribir 50.000 palabras a lo largo de todo el mes de noviembre, lo que viene siendo una novela corta.

El año pasado tuve la oportunidad de descubrirlo, pero llegué a mediados de mes, y como imaginaréis, si ya de por sí escribir 50.000 palabras en un mes es un reto enorme, imaginaros a mitad de mes. así que decidí dejarlo para el año siguiente, o sea este.

Yo comienzo Nano por primera vez de forma rebelde, no voy a escribir una novela completamente nueva, si no que continuaré con la que ya estoy escribiendo. Por supuesto las palabras que contaran son las que escriba a partir de hoy y no todas las anteriores.

Comienzo a 1 de Noviembre con todas las ganas y con la motivación que me supone que tal vez pueda ver mi novela terminada, pero que no corregida ni mucho menos, si no su borrador.
Es posible que no alcance el final de NaNoWrimo con todas esas palabras, pero para mi, todas las que consiga escribir, estarán genial, por que me servirá de impulso.

Este es el enlace por si os animáis a participar.

http://nanowrimo.org/

Os iré contando como me va durante todo el NaNoWrimo.

miércoles, 27 de julio de 2016

inspiración por imagen: la fiesta del destino.

imagen de faerie magazine


La música recorría todos los rincones del bosque, era alegre e invitaba a bailar hasta al más vergonzoso.
Clarisa era de las muchas jóvenes que se encontraban en aquella fiesta. Los incitados eran  gente de la clase alta, nobles y realeza. Sin duda pretendía ser un lugar mágico, aunque no para ella.
Su vestido era largo, lleno de encajes y bordados que brillaban bajo la luces que colgaban de los árboles. 
Caminaba en dirección a la mesa larga colocada justo en el centro, donde todos los invitados iban y venían para catar los exquisitos manjares que los cocineros de la familia anfitriona habían preparado para la ocasión.
Al llegar, cogió un pastelito de aspecto bastante apetitoso y se lo llevó a la boca.
La crema se deshacía y la textura de aquel pastel le recordaba a los que siempre hacía su difunta abuela cuando se sentía mal y la consolaba.
En ese momento, Clarisa fue consciente de su destino. Miró a su alrededor, viendo a toda esa gente disfrutando de la fiesta, una fiesta en la que se anuciaria en casamiento, el suyo.
Clarisa no amaba a ese hombre, qué le triplicaba la edad, pero tenía que seguir las órdenes de su padre si no quería llevar a su familia a la deshonra. Siempre se había considerado una muchacha educada, refinada, y sobretodo siempre obedecía, pero en aquella ocasión sentía las ganas de revelarse contra todo.
Pudo ver a su prometido, un hombre de pelo canoso y tullido, hablando con un grupo de caballeros bien vestidos acompañados de sus mujeres. Clarisa sintió un escalofrío cuando las miradas se posaron en ella y sonreían. No sabría decir si de verdad se alegraban por ella o sentían lastima.
Su madre la sacó de sus pensamientos, la tomó del brazo y la apartó de la multitud.
—Deberías estar con tu prometido—le regañó—¿Qué haces pululando por todos lados?
—madre, no lo amo—dijo ella con voz quebrada.
—Yo tampoco amaba a tu padre cuando me casé con él, y mira lo bien que estamos ahora—le reprochó.
—No es lo mismo, padre no te saca treinta años.
—¡Te casarás con él!, así tenga que llevarte a rastras yo misma al altar—sentenció su madre con la cara roja de ira—, ¡ve con él ahora mismo!
Clarisa se quedó de piedra, contemplando como su madre se marchaba y se reunía nuevamente con su marido.
Comenzó a llorar desconsoladamente, si su abuela aún viviera, estaba segura de que impediría aquella boda a toda costa.
No, no quiso aceptar ese destino y sin pensárselo por segunda vez, salió corriendo hacia el lado opuesto de la fiesta, internándose más en el bosque sin importarle lo mas mínimo que se perdiera. Preferiría eso que vivir una vida llena de penas y dolor al lado de un hombre al que no amaba y el cual no le haría feliz.

inspiración por imagen: Atravesando la puerta.




Jaime corría hacia la puerta del caserío. Tenía muchas ganas de pasar las vacaciones de verano en aquella gran casa que pertenecía a sus abuelos.
El pequeño niño de cuatro años, subió los escalones  de uno en uno y sin esperar a que nadie lo recibiera traspasó el umbral de la puerta que estaba entre abierta.
El hall eran inmenso, tan grande que el pequeño Jaime se sorprendía a cada paso que daba. Desde su altura, podía ver todos los adornos de los jarrones que adornaban la gran escalera de caracol y también todas las marcas del suelo que con el tiempo se formaron.
Una suave melodía llegó hasta él, reconociendo enseguida que aquella pieza de piano era la favorita de su abuelo, y se dirigió hacia la sala que se abría a su derecha.

El hombre, estaba sentado en un butacón de cuero, escuchando la pieza de música clásica con los ojos cerrados, dejándose llevar por cada una de las notas. Al escuchar a su nieto que lo llamaba emocionado, se levantó y lo abrazó con fuerza.

viernes, 19 de febrero de 2016

Montame una escena: Gabriel.

Buenos días, Es la priemra vez que participo en un taller de este tipo, en el que nos proponen distintas cosas sobre la que escribir, para así después enviarlo, y corregirlo entre todos los que participamos, si os anímais a participar también esta es la página : Literautas, ahí encontraréis en que consiste el taller y sus reglas.


Aquí os dejo mi relato:

Si me hubieran contado lo que me iba a pasar, nunca les creería, o incluso, los hubiera tomado por locos. Todo aquello se escapaba de cualquier lógica que nos imponía la sociedad, creyendo que sólo podía ocurrir en las películas. Sí, así era yo, tan cerrada de mente como cualquier otra persona del planeta, porque estás cosas no pasan nunca, o al menos eso creía yo. Antes de que os cuente mi historia permitidme que me presente; Mi nombre es Amelia Gómez y tengo 17 años.
Todo empezó una noche. Las luces de neón de la ciudad me agobiaban tanto como el ir y venir del tumulto de gente. Echaba de menos la tranquilidad del campo, la brisa en mi cara cada mañana cuando salía a ver el atardecer, todo eso ya se había perdido y ahora me encontraba en una ciudad ruidosa.
Era lo único que llegaba a través de la ventana, ruido, asqueroso e insufrible ruido. De vez en cuando escuchaba la campana de tranvía que circulaba por la calle. La ciudad nunca dormía.
Cerré con fuerza la ventana y me dejé caer sobre la cama. Comencé a dar vueltas en ella, estaba tan frustrada que no era capaz de conciliar el sueño.
Resoplé con tanta fuerza que un pequeño papel que tenía en mi mesilla de noche salió volando, me moví para cogerlo, y al verlo no fui capaz de leer lo que estaba escrito, no porque no supiera leer, sino porque estaba escrito en un idioma que ni siquiera existía. Traté de descifrarlo, aunque mi subconsciente me gritaba que no lo conseguiría, había algo misterioso en aquel trozo de papel y en su escrito, ya lo había visto antes, pero no recordaba donde. Tampoco sabía cómo había llegado hasta mi mesilla.
Intenté quitarle importancia, dejándolo de nuevo donde estaba, dándome la vuelta tratando de dormir.
Muy entrada la noche una fuerte sacudida me despertó, miré a todos lados aturdida, contemplando como todos los muebles de mi habitación se movían de un lado a otro con violencia.
«¿Un terremoto?» Pensé.
Me levanté al escuchar un fuerte ruido del exterior, a la misma vez que una cegadora luz bañaba el cielo haciendo que se volviera de día durante unos segundos.
Salí al pasillo y llamé a mis padres, pero no me respondieron. Avancé con torpeza hasta su habitación, con la intención de que saliéramos de allí, antes de que la casa se nos caería encima.
Cuando entré en el cuarto de mis padres, ninguno de los dos estaba, los volví a llamar, y seguí sin obtener respuesta.
Una explosión me hizo caer al suelo, golpeándome la cabeza contra él, pude notar como la sangre comenzaba a brotar de mi sien, aparté un mechón de mi cabello pelirrojo que tapaba mi visión y traté de incorporarme, pero mi cuerpo no reaccionó.
No entendía nada de lo que me estaba sucediendo, grité el nombre de mi madre, y luego el de mi padre, desesperada, evitando que mis más negros pensamientos me nublaran la poca cordura que me quedaba.
Cuando todo dejó de tambalearse, los sonidos de unos pasos llegaron a mis oídos, y de pronto alguien me estaba cogiendo en brazos, levantándome del suelo. Por unos instantes pensé en la posibilidad de que fuera mi padre, pero lo que descubrí hizo que mi mente se quedara completamente en blanco.
En aquel momento no hubiera sido capaz de deciros si quien me levantaba era humano o no, pero sí sabía deciros que no pertenecía a la tierra; era un chico, unos cuantos años mayor que yo, su aspecto sí era como el de una persona corriente, pero de su espalda, nacían unas enormes alas blancas, y sus ojos eran de color dorado, se cruzaron con los míos, teniendo que apartarlos cuando salí del aturdimiento.
«Estoy soñando, esto es un sueño» pensé cerrando mis ojos con fuerza con la esperanza de que así me despertara.
— No, no estás soñando —Me dijo con una sonrisa—. He venido a por ti.
—¿Qué?
—He venido para llevarte conmigo, te necesitamos Amelia.
—¿Cómo sabes mi nombre? ¿Y quién demonios eres tú?
—Soy Gabriel y sé tu nombre porque te conozco desde hace mucho.
Negué con la cabeza, tratando de pensar con claridad. Vi como Gabriel se arremangaba la camisa, enseñándome, marcadas en su antebrazo, las mismas letras que había encontrado escritas en papel en mi mesita de noche.
No tenía ni la menor idea de que significaba aquello, y menos aún de qué la conocía.

domingo, 24 de enero de 2016

4º Inspiración por imagen.




El otoño había llegado, las hojas caídas le daban calidez al paisaje. Caminaba por el sendero sumergida en mis pensamientos, cuando a lo lejos pude ver el mirador del cual me habían hablado incesantes veces. Apreté el pasó, acariciando con mi mano las vallas de madera situadas a cada lado del camino.
Las vistas que me el mirador eran increíbles, un hermoso lago que reflejaba las montañas y el cielo convirtiéndolo todo en dos mundos idénticos, incluso el color anaranjado del cielo lo hacía más espectacular de lo que ya era.
Cerré los ojos, escuchando los sonidos que la naturaleza emitía para mi. La suave brisa, los pájaros piando en las copas de los árboles, el movimiento de las ramas... Un buen lugar para mi meditación.

lunes, 30 de noviembre de 2015

3ª Inspiración por imagen








Las luces de neón de la ciudad eran tan agobiantes como el ir y venir del tumulto de gente. Echaba de menos la tranquilidad del campo, la brisa en mi cara cada mañana cuando salía a ver el atardecer, todo eso ya se había perdido y ahora me encontraba en una ciudad ruidosa.
Era lo único que llegaba a través de la ventana, ruido, asqueroso e insufrible ruido. De vez en cuando escuchaba la campana de tranvía que circulaba por la calle. La ciudad nunca dormía.

¿Dónde quedó el silencio de las noches? ¿Dónde quedó aquella tranquilidad?

martes, 17 de noviembre de 2015

2º Inspiración por imágen.


Descendió por unas escaleras que se asomaban entre la hierba y la tierra, contemplando conforme bajaba como se levantaba enfrente de ella lo que antiguamente fueron los muros de un castillo. el tiempo lo había convertido parte de aquel bosque, haciendo que las plantas y la tierra lo envolviera como una madre envuelve a su hijo al nacer.

alzó la cabeza, viendo lo que antes fue un pequeño balcón con un torreón decorativo, y en este, el escudo perteneciente al antiguo dueño de aquel viejo castillo. Sin duda, y a pesar de los años, aún se podía distinguir el león y la serpiente que resaltaban en el escudo heráldico.

Cuando llegó al final de las escaleras, pudo ver la estatua partida de un hombre, aquél a quien habían dedicado durante su vida un homenaje muy especial, ahora solo quedaban trozos, unos trozos que jamás volverían a ser como antes.